Combinar un avión con un automóvil con el fin de dominar tanto el aire como la tierra, fue y es un gran sueño. Desde hace noventa años se intenta resolver los problemas técnicos que esta combinación produce, y todo indica, que el futuro de la movilidad individual dependerá de estas soluciones.
Los anfibios de aire y tierra difícilmente pueden cumplir con sus dos propósitos de manera satisfactoria: para ser aviones suelen ser demasiado lentos, pesados y a veces poco seguros, y para ser automóviles tienen la desventaja de sus ruedas pequeñas, una carrocería estrecha y poco espacio interior. A esto se le añade un precio mayor que el de un avión ligero monomotor y de un automóvil juntos si no se logra una producción en serie.
Pero la historia ha demostrado que nada es permanente ni definitivo, las ¡deas continúan y actualmente hay algún que otro modelo en pruebas que cumple con casi todas las exigencias, menos con los permisos adecuados.
Historia de la producción de coches voladores
Desde que existe el avión y el automóvil se habla de la combinación de ambos conceptos; no obstante, poco se sabe de las ideas anteriores a 1917, cuando fue expuesto el Curtiss Autoplane en la Exposición Aeronáutica Pan-Americana, un avión que podía circular por carretera. Sólo se tiene una referencia anterior, la de una motocicleta con alas, diseñada en 1909 por el británico Gordon Crosby, un proyecto sin continuidad.
El Curtiss Autoplane, en cambio, fue recibido con gran euforia. Se decía que cambiaría el mundo de los aviones ligeros y se soñaba con una producción en serie que hubiese rebajado su precio de forma importante. Pero no hay pruebas de si despegó del suelo.
Una estrecha cabina de aluminio con ventanas de plástico y espacio para dos personas más el piloto, descansaba sobre cuatro pequeñas y delgadas ruedas.
Debajo del capó se situaba un Curtiss OXX de 100 CV. La propulsión se realizaba mediante una gran hélice detrás de la cabina. Llamaron la atención las alas, tres por cada lado, más la peculiar cola, que complicaba el desmontaje para transformar el artilugio en automóvil.
En 1921 el francés Rene Tampier voló con su automóvil, o mejor dicho, circuló con su avión por carretera. El modelo llevaba dos motores, un Hispano-Suiza de doce cilindros y 300 CV para el vuelo y un motor de cuatro cilindros y de mucha menos potencia en tierra.
Las referencias confirman que el francés construyó varias unidades hasta 1925, pero lo que resulta aún más interesante es que la cola del avión era rígida, mientras que las alas se plegaban por debajo y por encima del fuselaje.
A estos dos intentos siguieron muchos proyectos, como el Aviocar francés de 1932 o las avanzadas ideas de Buckminster Fuller con su Dymaxión de la misma época. El voluminoso triciclo Dymaxión mantenía una única rueda directriz en la parte trasera y podía volar mediante alas plegables y tres turbopropulsores. El automóvil fue construido, pero las alas nunca se conectaron.
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